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Generación botellón

Los herederos de viejas luchas esgrimen el alcohol como ideología. Es la 'generación botellón' 

Las revoluciones que en la historia han sido se han hecho desde tantos fundamentos ideológicos como herramientas al servicio de un ideal. Con el garrote, con las espadas, con el fusil, con las bombas e incluso con el verso, con la palabra. Y hemos conocido generaciones de hombres valientes, porque en los libros de historia merecen una página, al menos, para el recuerdo. Los adoramos e incluso a alguno de ellos les mitificamos. Pero existen generaciones vacías, pueblos sin héroes. Y este es el nuestro, el que lucha con la botella de cerveza y el coma etílico como ideal.Yo he crecido con la revolución en los libros porque he nacido en una sociedad donde la lucha está tan poco arraigada como el respeto. Y moriré, creo, en las páginas blancas de los libros de historia, en una época en que solo gritaban los cobardes, los terroristas de estado y los nauseabundos se- dentarios que no ignoran qué significa justicia y luchar por ella. Este es mi destino y en él me acicalo, porque soy también uno de esos sedentarios que ga bien aceptado que la historia liga a cada ser humano a su sociedad concreta.

Duele ver botellas de cristal sobrevolando las calles de Barcelona esgrimiendo el alcoholismo como ideal de lucha. Pocos quilómetros al norte los estudiantes franceses preferían la lucha abierta contra la precariedad laboral de un gobierno conservador. He ahí dos formas de entender palucha y la capacidad de la propia fuerza de acción. Jamás he creído en generaciones dormidas, pero esta es nuestra generación, la que bebe y fuma, pero olvida que además hay un mundo maltrecho más allá del vino. Duele echar la vista atrás, aunque fuere por las páginas de un libro, y comparar el mayo del 68 con el ‘macrobotellón’ de hace unos días, y se pegunta uno si la historia también evoluciona. Estamos equivocando la lucha, porque se han educado a los jóvenes para no ver más allá de sus narices. Una generación vacía siempre será una generación inocua, y los tiranos que echan a andar al mundo prefieren ver volar botellas de cristal que piedras y machetes.

Pero el fenómeno va mucho más allá. El análisis sociológico del hecho nos lleva a concluir que también las altas clases se han apuntado a la revolución etílica. Y los precedentes de las revoluciones burguesas no son precisamente el paradigma de la justicia, o del éxito en el asalto de la injusticia.  Debemos volver a educar a nuestros jóvenes para luchar des de la base social popular mediante un ideal más sustancioso que el alcohol. Nuestros jóvenes deben saber, ya no por la revolución sino para su propia formación como seres humanos, que no merece un solo disparo el ‘botellón’, pero sí la muerte, el hambre y la desolación. Esta generación nuestra es la generación del ‘botellón’, la de los jóvenes de clase mediana alta que como los hippies de los años sesenta en EEUU despotrican de un sistema al que alimentan. La de los jóvenes que quieren emanciparse ideológica y culturalmente, la de los jóvenes que conocen antes el porro y la bebida que el rostro de un niño hambruno llorando.  

  

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