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El "otro" muro de Berlín

El "otro" muro de Berlín Miles de immigrantes siguen muriendo ante los muros que el capitalismo se encarga de levantar

Hace una quincena de años que el mundo occidental derribó el muro de Berlín, por cuanto esto suponía derribar un muro político, el socialismo soviético, i un drama social, la separación forzada de miles de familias alemanas. Con su derribo, este mundo occidental esgrimía el logro de la libertad y prometía un nuevo mundo desarrollado que pondría fin a los dramas labrados des de la estirpe comunista del este. Hoy, más de quince años después, uno ve como "los suyos" han vendido sus palabras y han edificado este nuevo mundo con los mismos muros que ahier edificava la URSS. De ahí que cuando un español mira hacia el sur, compruebe como el capitalismo económico y social se ha encargado de blindar el mundo desarrollado del mundo en desarrollo del que se nutre. Gibraltar se ha convertido en el Berlín de la Guerra Fría, y su muro intenta, al igual que el de Berlín, separar personas. Solo cabe distinguir los dos en que el muro de Berlín separó a los alemanes en busca de un ideal, mientras que el muro de Gibraltar separa a los seres humanos en busca de los inetereses de aquellos que están detras de él. Y si bien no es un muro físico lo que separa Africa de Europa, su resistencia física es, tristemente, mucho mayor que cualquier muro de piedra; quizás porque en nuestro mundo neoliberal, el dinero sea más recio que la piedra.

Parece paradójico que los que defendieron el anticomunismo amaparándose en el drama de los miles de alemanes que lloraron tras su muro, hoy ni se immuten ante otro drama de iguales magnitudes. Pero el problema es mucho más grave si se piensa en el macabro plan urdido por los que sustentaron el pico que derribó el "muro de la vergüenza": derribaron el muro de Berlín en pro de un mundo de libertad y un futuro en el que todos pudiéramos desarrollarnos en igualdad y sin autoritarismos, y su propia autoridad les ha servido para sacar las piedras de Berlín y trasladarlas a Gibraltar -o a Palestina, por ejemplo- con el suculento objetivo de monopolizar aquella libertad que rigió su discurso, y apropiarse de ella para que siga alimentando sus imperios económicos. El mundo desarrollado se empequeñece a costa de los que aspiran escalar el muro, y el ideal de la libertad queda soterrado bajo las mismas piedras que se derribaron ayer para alcanzarla. ¿Cúantos muros más no ha edificado la democracia capitalista que el comunismo soviético?

Viendo las imágenes de miles de immigrantes que tras una dantesca travesía tiritan de frío enrollados en unas viejas mantas, o peor, que yacen sin la misma vida que buscaban en nuestro mundo libertario, víctimas de la no menos culpable traición de las mafias, uno recuerda las lágrimas de un padre intentando adivinar a su hijo detrás del muro de Berlín o de otros tantos dramas que el comunismo ruso amparó hace años. Y uno piensa si las temibles garras de un comunismo que se alejó demasaido de las ideas de Marx no son también las mismas garras de unas crudas democracias que se alejan aún más de los ideales de la Revolución Francesa. La libertad muere en cada uno de los immigrantes que perece en Gibraltar; la igualdad muere en las mismas fronteras que separan los ricos de los pobres; la fraternidad muere en la negación de los que supervivimos de tender la mano a los que simplemente intentan sobrevivir. Las preguntas a estas respuestas pueden dar con la solución al problema.

Gibraltar es, hoy, el "otro" muro de Berlín. Los que miran con añoranza el comunismo deben luchar para derribar también los muros que aspiran a dividir aun más el mundo y los que esperan con ilusión un capitalismo más humano -si es que existe- deben luchar también para hacer de estos muros que lo sustentan caminos abiertos donde todos podamos andar en busca de lo que anhelamos. Para que no se repitan errores del pasado debemos olvidar este egoísmo de los que, quien más quien menos, disfrutamos de los lujos de un mundo habitable, para evitar que nuestros semejantes sigan muriendo en las costas españolas. Solo entonces, los que gritaron por la libertad una fría noche de otoño en Berlín, podrán jactarse de haber derribado un sistema que no fue tan malo como lo pintaron para erigir otro que pude no ser tan cruel como lo están levantando. Mientrastanto, los que se avergüenzan de llamarse racistas mientras ríen ante los cuerpos que naufragan día a día en Gibraltar, deberían llorar igual que lloraron entonces ante los cuerpos muertos que intentaron cruzar "aquel" muro de Berlín.

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