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Acoso y derribo contra el 'terror' rojo

Acoso y derribo contra el 'terror' rojo Tony Blair hace una nueva llamada para la democratización de China

Tony Blair volvió ayer después de presidir la octava cimera entre la Unión europea y China en Pekín. Al margen de las conclusiones sacadas en la cimera -de las que por cierto nada se ha dicho- Blair ha remarcado algo que viene sonando a familiar: la necesidad de democratizar las estructuras políticas y sociales de la China. China debe abrirse, según Blair, y abandonar el régimen totalitario que impusiera Mao hace ya más de medio siglo. Blair no olvida lo que su homólogo Wen Jiabao le prometió al asegurar que la apertura del régimen se haría paralela al desarrollo económico. Así las cosas, el presidente británica da otra vuelta a la tuerca que occidente hace tiempo que ha instalado al país más poblado del mundo. Sin ir más lejos Condolezza Rice, secretaria de estado de los Estados Unidos, ya había dado su particular toque de alerta a los chinos el pasado marzo, en su visita a Japón. De este modo, uno por uno y casi subliminalmente, los altos mandatarios del mundo occidental capitalista, advierten a el último reducto real de resistencia comunista -Cuba ya no es una apuesta seria contra el capitalismo- para que este termine de abandonar su estructura política. Se trata, pues, de dar un último impulso a un país que, de hecho, ya poco tiene de comunista, y terminar así de hundir la marea roja que tuvo su auge a mediados de siglo XX.

Con la caída de China el mundo bipolarizado que se dibujó en los mapas de la Guerra Fría hace más de dos décadas quedaría reducido a una gran pángea, a un islote gobernado solo por un color: el del sistema capitalista, que habría ganado definitivamente el pulso a su gran enemigo, el comunismo. De hecho, desde la caída del muro de Berlín, la gran mancha roja se ha ido empequeñeciendo en los mapas, y uno por uno, los países que lo integraban han ido sucumbiendo: algunos por la fuerza, como el ultraje a Chile en plena Guerra Fría (1973), y otros por la vía diplomática, incluyendo a todos los territorios de Europa del Este que tras la caída del muro pasaron a control de los gobiernos capitalistas. Pero las promesas del mundo desarrollado capitalista, que tiene com eje la bestia norteamericana, no han dado sus frutos y tras esos cambios queda la pobreza. Rúsia es el paradigma de esos países, que tras la derrota del comunismo, se han visto sumidos a la más absoluta de las miserias. Con Stalin consiguió su máximo esplendor, llegando a compararse con estados unidos en riqueza y calidad de vida; después de los gobiernos continuistas de Jruchev y Breznev, Gorbachov hundió el sueño ruso y la economía caió en picado. Ahora, de la fortuna que Stalin labró con el sudor, cierto es, de los habitantes rusos, ya no queda nada.

Pero el capitalismo tiene mecanismos de autodefensa que tienen un eje común: los medios de comunicación, o lo que es lo mismo, la manipulación informativa. De la caída del comunismo a esta parte, en todos los territorios donde el cpaitalismo ha conseguido asentar una reconquista, la pobreza ha roto años de trabajo y sudor. Pero los medios de comunicación se encargan de educar a las gentes para que cierren los ojos a esta realidad. Así, se atribuye a la Rúsia de Stalin el penoso panorama económico y se asegura desde occidente que en los años cincuenta, los rusos ya morían de hambre en sus hogares. También es culpa del comunsimo, como no, que Europa del este sea, solo, una franja vertical de miseria, pobreza y desiertos de polvo y ruinas. Para más muestras, el desastre económico que vive Cuba: los cubanos mueren de hambre aunque Fidel Castro vive a cuerpo de rey. ¡Ah! Por cierto, nada se dice del embargo económico que Estados Unidos lleva casi medio siglo imponiendo al país. Durante toda la historia, y seguirá siendo así, el que gobierna un país tiene a su mando el arma más poderosa: los medios informativos. Por eso se dice que la historia la escriben los vencedores. Ahora el capitalismo es el gran vencedor y escribe lo que le interesa. Pero hay una realidad. El comunismo no es un sistema perfecto, y su implantación hasta el momento ha sido, por más inri, lamentable. Pero el capitalismo se ha encargado de atribuirle las tragedias económicas sucedidas desde su caída hasta hoy, y en esto convive un gran error.

Si China decide, finalmente, abrirse al mundo occidental, el comunismó estará herido de muerte. Los habitantes de occidente han creído hasta hoy que el comunismo es sinónimo de pobreza, porque en todos los países donde ha regido el comunismo hay, hoy, miseria y sufrimiento. Pero algún día, cuando el capitalismo se hunda víctima de sus propias garras, los intelectuales liberados de esta dictadura informativa, hablarán de la realidad más profunda de estos países. China puede ser, en este contexto, el país que lidere la Verdad que debe resurgir por justicia histórica. Un país comunista puede demostrar que solo el trabajo puede dar frutos económicos, y también que el comunismo puede trae riqueza a sus ciudadanos. El futuro, no cabe duda, es una guerra abierta entre China y Estados Unidos, y parece ser que los americanos no las tienen todas consigo. Por esto, desde hace algún tiempo, los mandatarios del mundo capitalista más inflexible, luchan por convencer desde la vía diplomática al país oriental de dejar el comunismo y nirse a la gran alianza del dinero y la explotación, de ampliar el G-8, de llegar a un final que ellos han soñado, pero que aún hay alguien que teme por encima de todo. Es un acoso y derribo al 'terror' comunista que asusta a los señores del dinero, del petroleo, de las multinacionales... tras la caída de China solo quedará Cuba, pero Cuba ya no asusta a casi nadie. China no debería pues abrirse, sino todo lo contrario: volver al espíritu del maoísmo para resistir al 'terror' capitalista.

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