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El ejercicio de la burla

Chistes acerca del profeta Mahoma desatan el odio contra Occidente en el mundo islámico  

A ningún votante del PP se le acudiría quemar banderas del PSOE porque el diario El País haya publicado ciertos chistes o viñetas cómicas satirizando a Mariano Rajoy, o viceversa, si La Razón parodia a Zapatero. Ni siquiera los más fervorosos religiosos de esta nuestra sociedad han puesto el grito en el cielo porque ciertas publicaciones hayan caricaturizado al dios de los cristianos. Sin embargo, en le mundo árabe ha estallado una nueva guerra abierta contra occidente por la publicación en algunos periódicos europeos de lo que han considerado una ofensa a su religión, la islámica, y que para algunos no es más que un par de viñetas cómicas. Occidente, claro está, ha reaccionado con estupor. De nuevo cuesta entender ciertas actitudes de una civilización diferente, no opuesta, y el peligro de caer en la demagogia y la simpleza se ha convertido en una realidad. Tocaría, como respuesta, volver a hacer pedagogía de las clases intelectuales más serenas, pero el radicalismo no es patrimonio de los “bárbaros islámicos”; occidente tiene mucho que decir respecto a éstos, pues en su seno también se acumula, subliminalmente, el odio y la radicalidad.

 

Para entender la reacción del pueblo árabe frente a la burla, basta con entender que existe, entre nuestro mundo y el suyo, una mutación en el sistema de valores religiosos, debido si se quiere al progreso técnico. El apego del árabe a su religión es tanto mayor que el del hombre occidental a la suya, pues este ha sufrido una evolución en un mundo que se ha desarrollado y ha abandonado paulatinamente sus raíces religiosas para incorporarse a realidades materiales y científicas. No sólo eso. La relación del creyente con su Dios es, en el Islam, mucho más viva que en el cristianismo, de tal modo que asimilándose a lo que la idolatría se refiere, distan en formas más o menos intensas de conexión entre el dios todopoderoso y el pobre fiel. No se trata de juzgar, pues, sino de entender, de hacer ese ejercicio de empatía que a veces cuesta demasiado. Pero el problema, en su origen, radica en la vieja superioridad que el mundo occidental desarrollado -liderado por los más grandes imperios, entre otros el norteamericano- ha impuesto sobre el otro mundo, que llaman Tercero.

 

Para entendernos. Publicar un chiste acerca de mahoma no es, por ende, una ofensa al mundo islámico sino simplemente un ejercicio de libertad de expresión. No puede ofender a un creyente que se rían de su Dios porque la pluma con que se ha escrito procede de un mundo libre, sin prejuicios y con sentido del humor. La rebelión contra la ignorancia supina occidental es un ejercicio, en cambio, de odio irracional, como todo sentimiento que les mueve. Seamos justos, racionemos, e intentemos desde el estrato que antes reclamaba, el de los intelectuales serenos, entender aquella cultura que des de la prensa europea se está denostando. Yo no soy creyente y, no obstante, entiendo que reírse de Mahoma puede llegar a ser cauce de conflicto en el mundo árabe; más si tenemos en cuenta que vivimos en un momento histórico crítico en las relaciones con los país de raíz islámica y, en especial, Irán, que usa de paso el conflicto de las viñetas como arma arrojadiza contra occidente en el pulso que mantiene con Bush.

Seamos justos, decía. Y esto es. No calumniar aquel a quien estamos sangrando día a día con nuestras apisonadoras de guerra. Si les sometemos con la fuerza militar, a golpe de fusil, al menos impidamos que la tensión aumente e intentemos no herir sus sentimientos como creyentes. Y si aún así lo hacemos, no vilipendiemos su respuesta, aunque esta sea sangrienta, pues quien a hierro mata a hierro muere, que dice el refrán. Nada es como nosotros pensamos a menos que todo aquello que pensemos sea sólo contrastado desde nuestro punto de vista sólo porque vivimos en un mundo dominante. El ejercicio de la burla, que ha monopolizado el mundo desarrollado contra aquellos a quien oprimimos, debe hacernos dar cuenta de algo: ignoramos tanto de aquellos a quienes hemos decidido aniquilar física y culturalmente, que no nos damos cuenta que de abrir un poco los ojos amaríamos su cultura tanto como la nuestra. Ahora más que nunca la relatividad cultural se hace necesaria en el seno de nuestra sociedad. El análisis no puede ser equívoco: no son bárbaros aquellos que asaltan embajadas que insultan ni la libertad de expresión duerme en los periódicos de la Europa desarrollada. La empatia puede ser un mejor ejercicio que la burla si decidimos, si no dejar de matar musulmanes, al menos no reírnos de ellos. De ello.

 

  

 

  

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