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"No estás en el perfil"

"No estás en el perfil" Luis, Carmen, Alberto, Marta, Pedro, Cristina... se llaman como nosotros, porque igual que la mayoría de nosotros son gente anónima. No conocen el mundo de la televisión, mucho menos el mercado que mueve la televisión, disfrutan de la vida como intentamos hacer la mayoría de los mortales y visten sus días, como nosotros, de rutina y senzillez. Pero todos ellos comparten una ilusión que les ha llevado a diferentes ciudades de España a los 'castings' de un famoso programa de televisión. Esa ilusión se resume en llegar a convertirse en los ídolos que creó la primera edición de ese programa. Con la primera edición, la ensinistrada audiencia hemos aprendido que tras el concurso musical uno se convierte en ídolo, con un proyecto musical y una vida económica más que estable de por vida, si se sabe gestionar bien. Es suculento. Y los hombres maduros que han consumido su juventud intentando cazar sus sueños ven en estos 'castings' el último, quizás, resquicio de luz que aporte un mínimo sentido a sus vidas; Los jóvenes, por su lado, víctimas de su porpia innocencia se lanzan al vacío sin temer el fracaso, como si sus vidas residieran sólo en ese tempranero sueño.

En el 'casting', donde se reúnen millones de gente con ese perfil, un jurado compuesto por supuestos grandes profesionales de la música que deben seleccionar. Oséase, incluir y excluir en función de la calidad de los sujetos. Se busca un perfil, y jóvenes -o no- que se ajusten a él, los demçás no sirven. Los soñadores entran en el plató habilitado para actuar, dan muestra de sus dotes, y esperan que la escasa decena de jurados les den el veredicto. En unos instantes, los mismos en que la decisión del jurado se torna en voz, el soñador sigue soñando, o despierta fatalamente. En el último caso, una columna de esperanza se derrumba piedra a piedra que tocará volver a levantar al soñador, no al jurado. Se trata en definitiva de dejar soñar durante un rato a personas anónimas que habitualmente no pueden hacerlo, y sin escrúpulo alguno tener poder sobre la ejecución o cumplimiento de ese sueño. El echo, ya de por sí, es deleznable y, aún más, repugnante. Pero nada tendría de extraño este 'casting', pues se hacen millones de entrevistas de trabajo, 'castings' o selecciones de personas en el muchos lugares.

Lo realmente repudiable de los 'astings' de dicho concurso es que se comercia con ello. Se comercia con el sueño y con el propio 'casting', es decir, con el sueño y el fin de ese sueño. Lo cosa empieza mal. El sueño es falso desde un principio porque no exite tal sueño. Es como el immigrante que sufre en su travesía para alcanzar un mundo prometido que no existe. Un ciudadano en cambio, de un mundo desarrollado que, en un principio disfruta de una vida estable, se lanza de cabeza a la ilusión que se le ha vendido. Y es que el propio concurso se ha encargado de venderlo: los concursantes que particpan de él son productos, meras mercancías con las que comercializar. Esos sujetos tan llenos por fuera -el sistema en el que viven se ha preocupado de que no les falte de nada- pero a la vez tan vacíos -ese sistema jamás reparó en que, además, necesitaban otras cosa para vivir- sueñan con convertirse también en el producto. Beneficiarán a una o más empresas y, a cambio, recibirán baños de multitudes para llegar a ser ídolos. Es un sistema endógeno y cíclico, que puede terminar igual que empezó.

Para convertirse en ese producto hace falta pasar el mencionado 'casting'. Con un "no estás en el perfil" el jurado excluye a los soñadores. De su fracaso y la consecuente decepción, de sus sufrimiento, el programa se abstrae. Es más, recientemente se ha decidio comercializar estos 'castings' y permitir que la gente vea como los soñadores se dan de bruces contra un suelo que estaba, de antemano, demasiado cerca. Nos habían asegurado que vivimaos en la sociedad de las oportunidades, y a demás, en la sociedad de la indormación. Es verdad, los medios de comunicación son ya los gigiantes que dominan y acompasan nuestra vida cotidiana. Pero no es cierto que todos disfrutemos de las mismas oportunidades. Conclusión: soñamos con alcanzar la oportunidad que se nos da y, si lo hacemos en un medio, corremos el riesgo de convertirnos en ese producto de que hablaba antes. Es decir, que tenemos un 90% largo de posiblidades de no dar con el perfil que ellos buscan (chicos jóvenes, guapos, fáciles de manipular y que vendan -con sus cuerpos esculturales) y eso significa convertirse en un fracasado a la par que producto. Las televisiones se encargarán de difundir este fracaso para enriquecerse, talmente como si un fracaso pudiera comprarse con dinero.

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