Profesionalidad sin escrúpulos

La televisión española, como mero reflejo de la sociedad española, se ha convertido en un ente de carente resolución más cercana al patetismo que a la voluntad de corrección. Sus programas son productos comerciales que deben vender; la lógica capitalista ha convertido, tambien el medio televisivo, en un circuito cerrado de competición industrial y, como tal, ha evidenciado el despropósito de primar el 'share' a los valores humanos más metafísicos. Se ha hablado mucho, y más en lo reciente, de la telebasura: programas que desenredan los líos amorsosos -o no- de la élite del famoseo español. En esta telebasura ya vale todo, y lo cutre se ha mezclado con lo exquisito de una forma sustancial, hibridando la relación del espectador con su pantalla, jugando con la audiencia como si de marionetas se tratara. Pero la telebasura no daña más que aquellos que han decidido participar de este espectáculo, de modo que no exite daño real, sino daños colaterales nada significativos. Los famosos que son asediados e incluso violados en su intimidad, o los periodistas contra los que se querella o intentan derribar su más que dudable profesionalidad, son víctimas de un juego del que se han alimentado. El problema real reside en aquellos programas en los que se ven metidos ciudadanos de a pie que nada tienen que ver con el despropósito mediático en la televisión española actual.
Es el caso del programa que la ¿periodista? Ana Rosa Quintana nos brindaba hace unos días. Ella que siempre y con una repugnable pedantería, ha paseado su profesionalidad por sus programas, ella que ha gritado a pulmón abierto ser algo así como una diosa entre mortales en lo del periodismo, ella que lidera las mañanas cual jinete encabezando un gran circuito, ahora se convierte en algo mezquino por dar voz a la mezquindad. Y es que resulta que días atrás el gurú de la información -la gran Ana Rosa- invitaba a su programa la madre del asesino de Josep Maria Isanta, el joven apuñalado en Berga durante las fiestas de la Patum. Claro, ella no podía ser menos, y la exclusiva de tener a la madre del criminal en el programa valía mucho más que el sufirmiento que en esos momentos podría comerse las entrañas de la familia Isanta. Incluso Telecinco prometió a esa madre el pago íntegro de los abogados del asesino, a cambio de que diera su voz a la profesional Ana Rosa. De ese cuel modo Ana Rosa y el periodismo casposo que se suele evidenciar en los programas matutinos de los canales líderes españoles -entre ellos Telecinco- daba voz a quien no la merece y olvidaba a la víctima. Josep María Isanta vive aún en el corazón de quien le conoció y de los que le amaron, pero de esto y de su dolor, Ana Rosa no sabe porque no quiere saber.
La ley no impide nada de lo que Ana Rosa Quintana se atrevió a hacer en su programa. Pero la historia de las sociedades nos ha enseñado que la ley moral es, muchas veces, más recia que la jurídica. La presión social ha conseguido cambiar el mundo una y muchas veces, y se han labrado grandes revoluciones con la ira de los pueblos. La ira de la madre del joven asesinado se convertirá en un dolor silencioso y la presión social en un cojín de mansos ríos de rabia. Ana Rosa serguirá liderando su programa porque desde quien no conoció a Josep Maria, el trabajo de la periodista aquel día fue toda una muestra de profesionalidad al servicio de su audiencia. Para otros, los que veraderamente sufren la pérdida de un inocente, sentirán en el vacío que dejó Josep Maria el odio que una periodista sembró en su memoria. Y es que parece que las víctimas son esa decena de criminales que atentaron contra la bondad de quienes sólo intentaban disfrutar sus fiestas. Por si esto fuera poco, el dinero con el que la exclusiva bañe el programa gracias al aumento de su audiencia, servirá para proteger a los culpables a través de sus abogados pagados, reitero, por Telecinco. Algo está fallando...
En la entrevista, por cierto, la madre de ese sucio criminal, con una evidente carencia de base cultural y muestras evidentes de ignorancia arremetió contra el pueblo catalán intentando justificar el crímen con argumentos nacionalistas. Y esto, para Telecinco y para ana Rosa, es un plus. No sólo pueden enriquecerse con el dolor ajeno sino además volver a pisar el catalanismo. La justicia, no la suya sino la que se presupone justa, pone las cosas en su sitio. Un proverbio latín aseguraba con el 'caeca fortuna est' que la suerte, muchas veces, está en el bando immerecido. Yo no soy nadie para ajusticiar a nadie, pero Aana Rosa Quintana dio a luz recientemente. Si exite algun dios, quiera este que sus hijos no sean cobardamente apuñalados, y si así es, no creo que su madre tenga el valor de invitar a sus progenitores a un programa de máxima audiencia. Yo soy inocente de la muerte de Josep maria, no porque no empuñé el cuchillo, sino porque siento en el alma su pérdida y condeno tajantemente la acción. Otros, con más responabilidad que yo, no pueden decir lo mismo. Y si realmente hay justicia en este país, que el tiempo ponga las cosas en su sitio.
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