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Amar a lo Sartre

Amar a lo Sartre Amar como amó Sartre y, por ende, Simone de Beauvoir: su mutuo distanciamento en la entrega de lo que sentían el uno por el otro, he ahí el secreto de la conquista del amor. A bote pronto sorprende que dos seres humanos que se aman decidan hacerlo en la distancia. Pero el amor, como todas las cosas y más aún por revelarse como un sentimiento tremendamente complejo, incluye esas rarezas que no por ajenas a lo común dejan de ser importantes. Tambien Dalí amó a su musa Gala de un modo extravagante, y nadie duda que fue precisamente Gala quien hizo vivir al genio ampurdanés y, por que no decirlo, quien le conveirtió en ese genio.

Pero volviendo a Sartre, el esqueleto de su amorío me atrae por su simpleza a la par que capacidad de análisis en lo real. Todo ser humano debería aprender a convivir sin aquello que ama, almenos lejos de ello. No verlo, no tenerlo, no tocarlo obliga al amante a interiorizar aquello que ama, a relevarlo a lo espiritual prescindiendo de su masa corpórea. El recuerdo y esa mentada interiorización convierte el ser amado en algo que no muere nunca porque es deseado cada instante de la vida del ser amante. Como Sartre debió añorar y amar más intensamente a su esposa minuto a minuto, yo que no tengo lo que amo me obligo a amarlo más de lo que lo amaría si pudiera apresarlo con mis brazos. El amor, como los grandes filósofos -incluyo a Sartre- tienen muchas veces esas grandes rarezas.

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