La elección de Ratzinger como nuevo Papa dibuja una iglesia áún más conservadoraJoseph Ratzinger fue elegido hace unos días nuevo Papa. Con su elección se cerraba la gran pantomima de su ejecución, el largo y complejo protocolo que justifica una larga tradición y que queda antiguo, como la iglesia misma. Sobre la solemne estampa de miles de fieles esperando una respuesta al homo que dudosamente blanco había emergido de la vieja chimenea, una voz rota clamó el nombre de Ratzinger, brazo derecho del difunto Karol Woijtila. La tradición decía que los prefreidos suelen ser finalmente derrotados; en palabras del mismísimo Jesucrito, "los últimos serán los primeros", pero Ratzinger rompió la tradición y siendo el más votado en las quinielas dio con el pleno al quince. Habemus Papam, y los fieles contentos y la iglesia de nuevo reforzada. pero un humilde porcentage de los que moramos en este mundo ha visto la elección como algo preocupante. Alguien aún se pregunta si un ati todo como Ratzinger debe ostentar un poder de magnitudes tales como el de la iglesia católica, y la respuesta parece decirnos que Roma va a ser almenos durante algunos años un nuevo fortín del conservadurismo del integrismo católico, como lo fue con Juan Pablo II, pero elevado al cuadrado.
Infórmandome de su figura, impidiendo que unos y otros me contaminaran acerca de él, he hurgado en sus biografías y escritos, y su literatura me ha aterrado. Ratzinger es, lo digo con juicio, un fanático muy peligroso. La iglesia es un ente con los ojos errados, de una tradición conservadora evidente y con unas estructuras cerradas de poco contacto con la realidad. A la iglesia no le procupa el porcentage de hambrunos que pueblan el mundo, ni los graves problemas que derivan de la sexualidad, ni el afán de poder de unos pocos... la única razón para la que vive la iglesia es seguir vivendo en palacios de oro. Y en la magnitud de esta tragedia, la gris se vuelve oscuro. La iglesia conservadora ha elegido a un ultraconservador para que la dirija y nada tendría esto de especial si no fuera porque hoy por hoy la iglesia lo es todo. La mano de Ratzinger mecerá hasta su muerte la cuna del mundo y, a juzgar por lo aparente, la cuna va a moverse poco. Sí, Juan Pablo no fue precisamente un libertario ni su mandato contribuyó a liberar el mundo, pero sus obras durmieron bajo la esperanza que pronto le veríamos sucumbir ante un nuevo papado, más libre. El desenlace ha sido un duro golpe para los que así lo creíamos, y ahora solo tememos que el contenido del nuevo tirano religioso se sobreponga al continente.
La iglesia, como estructura religiosa y encarnación del cristianismo tiene la función de divulgar democráticamente sus valores, y por encima de todos ellos el Amor. Ratzinger y los del gorro rojo encarnan el Odio. Odio a la libertad, a los homosexuales, a los ateos, a los marxistas, a los demócratas, a las muejres, a los disconformes, a los que no creen en su cristianismo y un largo etcétera. Y ese Odio, justificado con esta vieja y recia estrutcura ante la cual se arrodillan miles y miles de cristianos, enraíza sus bases teóricas en nuestra sociedad para, lentamente, dar sus frutos. Las oligarquías económicas y políticas le bendicen y esperan de él un mandato justo, y las democracias neoliberales del primer mundo velarán para que el nuevo Papa y los que le sigan -si las profecías de Nostradamus no lo impiden- puedan seguir ejerciendo su dictadura moral. Para que Ratzinger pueda imponer el monopolio de la palabra y siga callando tantas y tantas voces, para que siga llenando las arcas de la iglesia con el dinero y la ilsuión de quienes creen o no en él, para que siga manipulando la fe y los valores cristianos en beneficio de los estómagos de quienes demabulan por los pasillos del Vaticano... En algo sí ayudará su dantesco mandato: los que no creemos en Dios -o los que creemos que Dios no cree en nosotros- podremos seguir creyéndolo con más firmeza si cabe.
Que un texto contra la homosexualidad vomitado por Ratzinger se publique en la pagina oficial de La Falange en internet es una muestra evidente de que els fascismo ocupa como lo viene haciendo desde largo tiempo las entrañas del cristianismo moderno. El debate acerca del carcácter conservador de la iglesia no solo es recurrente sino, además, muy facilón. Demasiado. Pero su vigencia nos obliga a hablar de ello y este vuelco que ha roto con tanta notoridedad la monotonía de la iglesia nos hace reflexionar acerca del giro aún más conservador que pueda tomar el mundo eclesiástico y las consecuencia que pueden derivar de ello. Hay quienes, sin creer en Dios, aún creemos que la iglesia son los humildes que trabajan para los necesitados, aquellos que realmente ansían un mundo justo. Mientrastanto, mientras los medios de comunicación nos sigan bombardeando con la imagen de ratzinger en el balcón proclamando su fe -la que le interesa- y crren un estado de opinión concreto que pemita creer que la iglesia es Ratzinger, unos pocos seguiremos mirando a los que sufren esperando que un día u otro se les haga justicia. Pero no hay lugar a la esperanza, y la iglesia sige siendo, como en la canción de Sabina, tan joven y tan vieja...like a Rolling Stone.